Ante la contaminación y el cambio climático es importante mantener la piel limpia, hidratada y sobre todo protegida del sol, para evitar que se seque y envejezca con mayor rapidez.
La piel es el órgano más grande de nuestro cuerpo, y su función principal es la de protegernos del exterior, es la barrera que evitará que penetren en nuestro organismo agentes nocivos que puedan provocarnos posibles daños. La piel está formada de varias capas, que son, desde dentro hacia la más externa: la epidermis, la dermis y la hipodermis. Al ser la epidermis la más superficial, es la que va a sufrir la mayor parte de las agresiones externas.
La contaminación del aire origina una gran variedad de problemas en la piel como sequedad, acné, alergias, mayor sensibilidad, decoloración, sequedad, falta de brillo y rugosidad, según asegura casi el 80% de los dermatólogos incluidos en un estudio elaborado por la empresa Olay.
La contaminación del aire se compone de gases, polvo urbano, emisiones de diesel y partículas como la PM2.5, de menos de 2,5 micrómetros de diámetro.
La contaminación va a afectar a la piel a todos los niveles:
De forma superficial está claro que la función de nuestra piel para protegerla estará en plena actividad, lo que puede provocar estrés de la piel, pero de forma más superficial, la va a ensuciar. La piel no es lisa, en la epidermis hay poros, folículos pilosos y glándulas sebáceas y sudoríparas. Estas son las posibles “puertas de entrada de los contaminantes” y es donde principalmente van a depositarse estas partículas nocivas. La piel se ensucia y tapona los poros, lo que evita que se pueda oxigenar y mejorar sus funciones. No sólo eso, además de ensuciarse y taponarse el poro, esta capa evitará que las células muertas se disgreguen fácilmente, disminuyendo la velocidad de renovación celular. La capa córnea de la epidermis se va a engrosar y con ello la piel se verá mas rugosa y apagada.
A nivel más interno, la piel no podrá intercambiar con el exterior las sustancias que naturalmente lo deben hacer como el agua, lo que provoca que la piel se “desactive”, se apague, pues disminuye el riego sanguíneo en la piel.
La contaminación también incrementan los niveles de radicales libres en el organismo, los cuales dañan las moléculas de ADN celular y en consecuencia provocarán un mal funcionamiento de la barrera epidérmica, de una mala formación de colágeno, de las fibras de elastina que componen la piel. En consecuencia, ésta pierde firmeza y elasticidad.
Aumenta la inflamación cutánea y la deshidratación, provoca el aumento de la velocidad del envejecimiento. Está comprobado que las personas que viven en ciudades con más contaminación padecen más sequedad de la piel, con una mayor tendencia a la formación de arrugas y manchas en la piel.
Un estudio clínico elaborado por la empresa Olay entre más de 200 mujeres de Pekín ha demostrado que las que viven en distritos “altamente” contaminados tienen “significativamente” peor hidratación en la piel que las que habitan en los suburbios más libres de contaminación, aunque lleven un estilo de vida más saludable.
Una encuesta desarrollada por la misma compañía revela que más del 95% de las mujeres asiáticas es “muy consciente” de los efectos de la contaminación del aire sobre la piel y está “preocupada” por ello; un porcentaje que desciende notablemente en Occidente pues sólo el 50% de las estadounidenses y el 30% de las inglesas son “conscientes” de esta cuestión.
Fuente: EFE, Hola, milenio, Oley.