Aprendiendo en familia a ser emocionalmente resistente



Ser resiliente o emocionalmente resistente es una habilidad fundamental, se trata de la capacidad para adaptarse y superar las situaciones adversas en la vida y lo más importante es que la puedes desarrollar.

Ser emocionalmente resistentes y enfrentar un trauma, una tragedia, una amenaza o alguna situación de tensión significativa, como problemas familiares o de relaciones personales, problemas de salud, laborales o financieras, puede ser la diferencia para salir de las situaciones difíciles o quedarte en el intento.

Ser resiliente no quiere decir que no sientas enojo, tristeza, impotencia o angustia, de hecho en el camino hacia la resiliencia siempre te encontrarás con situaciones que pueden afectar tu estado emocional.

La familia, la puerta a la resiliencia



La resiliencia incluye conductas, pensamientos y acciones que son aprendidas y desarrolladas por cualquier persona desde el seno familiar y tiene que ver con las relaciones de cariño y apoyo, de las relaciones que emanan amor y confianza, de las que proveen modelos a seguir, y que ofrecen estímulos y seguridad.

Sin duda, los primeros años de vida son los que pueden favorecer o entorpecer esta capacidad. 

Un niño puede tener deficiencias como atención incompleta, frustración ante la comida fría o falta de puntualidad por parte de sus padres, sin embargo, el mundo no es perfecto y el bebé debe ir aprendiendo a aceptar estas situaciones para que de adulto no fracase ante cualquier contrariedad.

Si los padres pretenden que el hijo nunca sufra, están provocando que de mayor no sepa afrontar los conflictos de la vida cotidiana. Establecer vínculos sanos (con los padres, hermanos, profesores o cualquier figura representativa para el individuo) favorecerá un “yo fuerte” que posibilite el soportar los vaivenes de la vida.

De aquí la importancia, por ejemplo, que el niño se sienta querido por lo que es (hijo) y no por sus buenas notas, por sus medallas o por cualquier tipo de reconocimientos o logro.

 Los ¨vínculos buenos” son aquellos que se cimientan en la propia esencia del sujeto y no en su apariencia, resaltar sus habilidades y favorecer el crecimiento de las capacidades de cada persona.

Entonces, cuando el niño crezca tendrá bases fuertes emocionalmente y la capacidad para manejar sentimientos e impulsos fuertes.

Y si quieres desarrollar la resiliencia, sigue los siguientes consejos:

1. Establece buenas relaciones con familiares cercanos, amistades y otras personas importantes en tu vida. Acepta ayuda y apoyo.
2. Aprende a ver las crisis como tal, no como obstáculos insuperables, trata de mirar más allá del presente y piensa que las cosas mejorarán. Plantéate metas realistas y consíguelas.
3. Acepta los cambios en tu vida, si determinada situación te impide alcanzar ciertas metas en ese momento, acepta las circunstancias y cambia de rumbo, después podrás retomarlas.
4. Busca la forma de descubrirte a ti mismo, cuando experimentas tragedias o situaciones difíciles, puedes lograr incrementar tu fuerza personal y su autoestima mejora.
5. Salir adelante y tomar decisiones y a la vez, dar un paso atrás para descansar y llenarte de energía nuevamente.

Lo más importantes es no perder nunca la esperanza y cuidar siempre de ti mismo, esto te ayudará a mantener tu mente y cuerpo listos para enfrentarse a situaciones adversas.

Recuerda siempre ser tú mismo y no busques la aprobación ajena, ya que todo eso te aleja de tus propios intereses y de tu propio equilibrio.

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Fuentes: www.apa.org, www.cuidatusaludemocional.com, sicopedia.org, lamenteesmaravillosa.com